En Estados Unidos todos la conocen como Julia, la cocinera que revolucionó la televisión y las mesas de los norteamericanos enseñando los secretos mejor guardados de la gastronomía francesa sin ser ella francesa. Lo hizo de la manera más simple: con humor, gracia, un timbre de voz singular y sin miedo al fracaso, aunque se le cayeran las sartenes o quemara la comida. Su manera de cocinar era, en esencia, un reflejo de la vida misma.
Julia Child fue la primera mujer en tener un programa de televisión sobre cocina. Se llamó The French Chef y, aunque al principio nadie pensó que pudiera tener éxito, se convirtió en un referente y un clásico instantáneo.
A pesar de convertirse en una extraordinaria cocinera, Julia, apellidada McWilliams hasta contraer matrimonio, no puso las manos en la masa hasta pasados los 30 años. En realidad, quería ser novelista o espía y, de alguna forma, cumplió sus sueños.
No fue novelista exactamente, pero escribió 16 libros y uno de ellos, Mastering the Art of French Cooking, llegó a vender 2 millones de copias en el mundo.
Tampoco llegó a ser espía. No ingresó al cuerpo femenino de la armada por ser demasiado alta, pero, en plena Segunda Guerra Mundial, abandonó California y se unió a la Oficina de Servicios Estratégicos (precursora de la CIA), en Washington, como mecanógrafa.
Sus habilidades e inteligencia la llevaron a escalar posiciones rápidamente hasta convertirse en investigadora de los servicios secretos. Viajó a China y a la actual Sri Lanka, donde conoció a su futuro marido, Paul Child, cartógrafo, fotógrafo y sibarita, quien la introdujo en los placeres de la buena mesa. Hasta entonces no había frito un huevo en su vida.
Sus habilidades e inteligencia la llevaron a escalar posiciones rápidamente hasta convertirse en investigadora de los servicios secretos.
Julia y Paul se casaron en 1946 y aterrizaron en París. Paul tenía un trabajo en la embajada norteamericana mientras Julia disfrutaba de mucho tiempo libre. En sus paseos y excursiones por la ciudad quedó absolutamente maravillada con los vinos, las ostras, los escargots, los quesos y todos los descubrimientos gastronómicos que hacía a diario. Leía las revistas Joy of Cooking y Gourmet Magazine y ponía a prueba a Paul preparándole el mismo plato durante seis días seguidos hasta alcanzar la perfección.
Finalmente, y con esa mezcla de destino e intuición que la llevó a superar sus propias expectativas, se inscribió en Le Cordon Bleu para convertirse en chef.
“Yo era la única mujer de la clase y me interesó todo apasionadamente. Había estado buscando una carrera toda mi vida y esta era. El tremendo cuidado que ponían los chefs y profesores era el arte por el arte. Si salía precioso, no importaba el tiempo que tardara en hacerse”.
Julia conoció a Simone Beck y Louisette Betholle y juntas formaron una pequeña escuela de cocina para norteamericanos en París. Se llamaba L´école des trois gourmandes y fue el comienzo de una larga y productiva amistad que derivó en el libro Mastering the Art of French Cooking. Tardaron ocho años en escribirlo, entre ensayos y errores que le dieron forma a un libro de 726 páginas. Más que un compendio de recetas era una invitación a cocinar bien y comer mejor en un momento donde la tendencia culinaria estaba llena de enlatados, congelados o precocinados.
Para Julia Child la vida cabía entre un dormitorio y una cocina. No necesitaba nada más. La suya fue diseñada por su adorado y devoto marido, quien acondicionó los muebles para que Julia, de casi un metro noventa de estatura, encontrara todo a su alcance.
“No soy una chef”, dijo en una entrevista cuando ya era una estrella de la televisión, “soy una profesora y una cocinera”.
“No soy una chef”, dijo en una entrevista cuando ya era una estrella de la televisión, “soy una profesora y una cocinera”.
La historia de Julia ha sido contada muchas veces en documentales como Julia, dirigido por Julie Cohen y Betsy West, estrenado el año pasado, aunque quizás el retrato más célebre y preciso sea el que hizo Meryl Streep en Julie & Julia (2009).
Próximamente se estrenará una serie, Julia, que volverá a contar una vida llena de amor por la cocina, de honestidad y de esfuerzo por salir adelante. Su figura es inagotable. Además de fuente de inspiración para muchos chefs a lo largo del mundo, no ha dejado de ser una maestra de la cocina para novatos y entusiastas.
Al revisar sus videos en YouTube uno confirma las formas que utilizó para enamorar a su público. Es completamente adictivo sentarse a ver la manera de seleccionar el mejor pollo entre siete, la dedicación con la que prepara un beef bourguignon lanzando zanahorias como hachas a la olla o la destreza para hacer un omelette perfecto. Al final de cada programa se despide de la misma manera, con un buen trago de vino y un brindis, y uno solo quiere saber cuál será el siguiente plato, no necesariamente para prepararlo, sino para disfrutar de toda esa pasión, conocimiento y sentido del humor que la caracterizaba. Bon appétit, Julia Child.
Julia Child (1912 – 2004)