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Mariana de Althaus
Dramaturga

Publicado el 30 de agosto del 2018

Mariana de Althaus
Dramaturga

Publicado el 30 de agosto del 2018

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Una de las razones por las que vamos al teatro es para ver personajes perdiendo el control. Vivimos tan controlados, atentos a cumplir con las reglas de convivencia y de cortesía, reprimiendo nuestros demonios para profesar buenas costumbres, que tenemos que ir al teatro para ver en vivo y en directo cómo un grupo de personajes, diferentes a nosotros pero equivalentes en su desesperación, se zurran en las reglas de comportamiento y se enfrentan al derrumbe de las construcciones sociales que han sostenido sus vínculos con lo “conveniente”.

Desfogamos con total impunidad a través de ellos nuestras ganas de patear el tablero y ahorcar a nuestro enemigo. Salimos del teatro pisando firme para no resbalar, cerciorándonos de que nuestro mundo sigue en pie, con cierta sospecha de que una grieta se ha abierto en el centro de la estructura que sostiene nuestro lugar en el mundo, nuestro hogar, nuestro trabajo. Eso es lo que a uno le pasa al salir del Teatro de Lucia luego de ver el excelente montaje de “Tres versiones de la vida” de Yasmina Reza bajo la dirección de Roberto Ángeles. En la obra, dos parejas de esposos se reúnen una noche a cenar; el anfitrión espera conseguir un favor de uno de los invitados, y todo resulta desastroso. Cuando la pareja anfitriona despide a sus “amigos”, se termina la escena con una atmósfera apocalíptica, y luego vuelve a empezar, todo desde el inicio. Y así, una tercera vez. Cada vez que volvemos a presenciar la escena, somos testigos de algunas variaciones, de nuevas posibilidades de respuesta de los personajes, vamos descubriendo la angustia que se esconde detrás de sus actitudes, nos asomamos a los pliegues de su personalidad, a su fragilidad, a su hondura.

Salimos del teatro pisando firme para no resbalar, cerciorándonos de que nuestro mundo sigue en pie, con cierta sospecha de que una grieta se ha abierto en el centro de la estructura que sostiene nuestro lugar en el mundo, nuestro hogar, nuestro trabajo. Eso es lo que a uno le pasa al salir del Teatro de Lucia luego de ver el excelente montaje de “Tres versiones de la vida” de Yasmina Reza bajo la dirección de Roberto Ángeles

El teatro de Yasmina Reza tiene eso, presenta universos domésticos, amicales, y revienta todos los globos, nos empuja sin piedad al pozo de pirañas, y nos deja ahí, devorados por el reconocimiento de nuestra incapacidad para tender puentes con el sufrimiento del otro, de reaccionar a la adversidad con grandeza, de salvarnos. Autora de obras montadas en todo el mundo y premiadísimas como “Art” o “Un dios salvaje”, Reza es una de los nombres más importantes de la dramaturgia francesa, y siempre pone el foco en los pequeños derrumbes de las relaciones interpersonales para indagar en las grandes preguntas del ser humano. En su mirada despiadada de la humanidad nos obliga a imaginar la puerta de salida que, si pudiéramos abrirla, sabríamos cómo empezar a reconstruir el mundo desde cero.

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