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Mariana de Althaus
Dramaturga

Publicado el 13 de diciembre del 2018

Mariana de Althaus
Dramaturga

Publicado el 13 de diciembre del 2018

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En el año 2012, con mucho temor y algo de inseguridad, hice una obra testimonial que se llamaba “Criadero” y en la que tres mujeres actrices contaban sus historias reales de crianza delante de un público impredecible. A los pocos días de estrenada la obra alguien me contó que un profesor de una universidad prestigiosa les había pedido a sus estudiantes hacer un trabajo sobre un dramaturgo(a) peruano(a) y le impidió a uno que propuso mi nombre dedicar su ensayo a mi trabajo porque, esto le dijo el profesor, yo “no era dramaturga”. Unos años después hice “Padre Nuestro”, la versión masculina de “Criadero” con la participación de cuatro actores, y la noche del ensayo general -esa noche en la que los directores estamos en estado de pánico y alta vulnerabilidad- un prestigioso director de teatro que irrumpió en la sala me dijo sin ninguna consideración que mi obra era pésima. Que así no se hacía un testimonial. Que tenía que replantear todo si no quería que fuera un fracaso rotundo. Aunque lo enfrenté con vehemencia, llegué a mi casa devastada. Mi novio se hizo cargo de levantar mi fe en mi trabajo, y gracias a eso estrené con cierta seguridad al día siguiente.

No fue el único que me apoyó. Mi profesor y maestro Roberto Ángeles, por ejemplo, fue a un ensayo de “Criadero” y nos transmitió toda la seguridad que no teníamos con sus elogios y su entusiasmo. En el preestreno, Lita Baluarte se rompió el pie y creímos que ya no podríamos estrenar. Cuando Lita, desesperada, le contó a Roberto la tragedia y nuestro tembloroso plan de replantear la obra incluyendo la silla de ruedas, él le respondió en un correo: “Nada debe detenerlas, incorpórenlo al argumento, eso hará mayor el espectáculo, es parte del proceso, es el proceso, es parte de ser madre, actriz, peruana y todo lo demás, y sobretodo creadora de la vida, una recreadora de la vida, eso es ser actriz”.

“Criadero” y “Padre nuestro” lograron eso por la inmensa generosidad y valor de mis actores. Me entregaron sus historias de crianza y dejaron que yo los ayude a contar sus historias.

También sentimos el apoyo, siempre, del CCPUCP, que produjo a ciegas el primer proyecto y nos reafirmó en la apuesta al apoyar el segundo, dándonos una plataforma segura para hacer lo que nos salía del forro. Y nos apoyó el público, un apoyo largo, cálido e inolvidable que nos obligó a estrenar de nuevo ambas obras, como si tratara de un díptico: gente que veía las obras dos, tres veces, que se emocionaba, que hablaba de sus padres y sus madres, de ellos como padres y madres, de sus dudas de crianza, de los asuntos que aún no resolvían como hijos. “Criadero” y “Padre nuestro” lograron eso por la inmensa generosidad y valor de mis actores. Me entregaron sus historias de crianza y dejaron que yo los ayude a contar sus historias. Se pararon en el escenario y contaron cosas muy difíciles de contar. Fueron honestos y valientes. Atravesaron el pudor, el miedo al juicio y al rechazo. Con su arrojo, lograron que historias domésticas y privadas, que en teoría sólo les incumbían a ellos, se convirtieran en historias tan importantes como la guerra o la dictadura. Nos ayudaron a comprender que la batalla que libramos no es solitaria. Que el mundo es el mapa que nos dibujaron nuestros padres, intervenido, coloreado o completado por nosotros en nuestra búsqueda de la conexión, del amor, de la entrega. Nos ayudaron a ver, con sus risas y sus silencios, que si no nos salvamos juntos, no se salva nadie.

El teatro es una caja de sorpresas. Hace algunos años pensaba que todo ese apoyo maravilloso en torno a estas obras se había detenido, cuando apareció Jerónimo Pimentel y el equipo de Penguin Random House para anunciarme que creían que ambas obras tenían un valor literario y querían publicarlas con un prólogo mío en que yo relatara el proceso creativo de ambas obras. Eso es “Todos los hijos”. El libro que reúne los textos y también las imágenes de los archivos personales de mis actores y que presentaremos en el mismo espacio físico donde se montaron ambas historias. Desde el principio supe que no quería tanto una mesa académica o muy literaria sino algo así como una presentación testimonial y doméstica. Por eso le pedí a Jeremías Gamboa, mi pareja y el principal apoyo e interlocutor durante la creación de mis obras, que me acompañara a ofrecer un pedazo que esa larga conversación que venimos sosteniendo desde que nos conocimos hace casi siete años. Una charla sobre nuestros hijos, sobre padres y madres, sobre escribir mientras cuidamos niños y sobre todo ese universo de reescritura de nuestra historia que hacemos cuando entramos al mundo de la maternidad y la paternidad. La cita es mañana a las 7 de la noche en el teatro del CCPUCP. Los esperamos con ilusión.

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