Me he metido a un círculo de lectura, y este ciclo hemos empezado leyendo “Orgullo y prejuicio”, de Jane Austen. Mientras escucho las intervenciones de los participantes del círculo, por unos minutos fantaseo que Jane está ahí, con nosotros, que nos ha visitado y aprovechando que nadie la ve, y observa sorprendida a esas personas del futuro, que leen tanto y tan bien, comentar con entusiasmo esas páginas que a ella le costó tanto escribir, hace más de doscientos años, en la habitación que compartía con su hermana. La imagino observar incrédula que ahí hay varias mujeres que trabajan, que no se han casado y han venido solas. El ciclo se llama “Una habitación propia. Novelas escritas por mujeres en el siglo XIX”. Ha empezado bien: todos estamos rendidos ante Jane Austen.
Leer “Orgullo y Prejuicio” hoy es fascinante. Como señaló Somerset Maugham en Diez novelas y sus autores: “Miss Jane Austen es maravillosamente legible, más legible que algunos novelistas más grandes y más famosos. Ella trata de cosas comunes, «de las complicaciones, sentimientos y caracteres de la vida común»; en sus libros no pasa mayor cosa, y sin embargo al llegar al final de una página uno la pasa ansiosamente para saber qué va a suceder en seguida. No pasa mayor cosa y de nuevo uno le da vuelta a la página¨. En “Orgullo y prejuicio”, las personas son valoradas según cuánto dinero tienen, y las mujeres tienen como único objetivo casarse. Los padres ofrecen una dote por sus hijas, como si fuera un favor casarse con ellas. Pero ese mundo tiene esperanza porque existen Darcy y Lizzy, una pareja que rompe los esquemas que determinan las relaciones amorosas de la época, y permiten que sus conciencias se transformen pese a la rigidez del mundo en que les ha tocado vivir. “Orgullo y Prejuicio” critica con humor algunos elementos de la época, pero nada en sus páginas se rebela ante el guión que la sociedad adjudicaba a la mujer, según el cual sólo a través del matrimonio se podía acceder a la aceptación social y al mundo. Ninguno de sus personajes, ni siquiera la inteligente y rebelde Lizzy, imagina una ruptura del orden social. Como dice Virginia Woolf en el ensayo de que da título al ciclo de lecturas, en el siglo XIX hubo un cambio fundamental: las mujeres de clase media en Inglaterra empezaron a escribir; pero todavía una mujer escritora era una afrenta al sistema patriarcal. Como señaló Woolf, para Jane Austen había algo denigrante en escribir, y se pregunta si sus libros no hubieran sido mejores si ella no hubiera creído necesario esconder el manuscrito de las visitas. Sin embargo, agregaba Woolf, Austen no trataba de escribir como un hombre, a diferencia de otras escritoras de la época, y “está en cada palabra que escribía”.
“Orgullo y Prejuicio” critica con humor algunos elementos de la época, pero nada en sus páginas se rebela ante el guión que la sociedad adjudicaba a la mujer, según el cual sólo a través del matrimonio se podía acceder a la aceptación social y al mundo. Ninguno de sus personajes, ni siquiera la inteligente y rebelde Lizzy, imagina una ruptura del orden social.
Jane Austen tenía una relación muy cercana con su hermana mayor, al igual que sus personajes Jane y Lizzy; y cuando terminó su novela, ya se habían frustrado las posibilidades de ambas de contraer matrimonio, y vivían en la precariedad con su madre viuda. El fuego que tiene la novela viene de esta urgencia: sus personajes viven con la amenaza permanente de que caer en la tragedia que ya vivía la autora: quedarse solteras, sin un hombre que les abra las puertas del mundo y les otorgue seguridad.
Termino de leer el libro llena de admiración y algo de tristeza. Admiración por el camino que han recorrido las mujeres a lo largo de los siglos, enfrentándose al desprecio social, a la violencia y a la soledad para modificar las estructuras sociales en busca de la equidad. Y tristeza porque, pese a los evidentes avances, aun nos falta conquistar muchas libertades. En algunos aspectos, seguimos igual que en el mundo de Austen. En el siglo XXI, en muchos lugares todavía se considera un fracaso que una mujer no se case, y todavía prevalece el concepto del amor romántico, que a veces lleva a muchísimas mujeres a encontrar el sentido de su vida en el matrimonio, y a soportar por eso postergaciones y maltratos. Felizmente hay muchísimos Darcy y Lizzy derribando barreras y creando posibilidades de vínculos más sanos.