Un profesor de natación le da un beso a un niño que tiene miedo de meterse al agua. Este gesto, aparentemente inofensivo, desata una ola de sospechas que provocan una escalada de miedo y violencia de los padres en la escuela. Esto pasa en la obra “El principio de Arquímedes”, del dramaturgo catalán Josep María Miró, y nos plantea esas preguntas que hoy todos nos hacemos en relación a las denuncias de abuso que han empezado a proliferar en todos lados: ¿Para prevenir los abusos es indispensable que todos pensemos mal de todo el mundo; o sería mejor recuperar la posibilidad de expresar afecto libremente, con el riesgo de que algunos atraviesen la línea y dañen a personas indefensas? ¿Hasta qué extremo de represión estamos dispuestos a llegar por controlar el abuso?
Todo el tiempo oímos a gente que comenta indignada que ahora no podemos ni hacerle un cariño en el hombro a un niño porque nos puede caer una acusación de pedofilia. Los casos de abusos de profesores, curas y personas en situación de poder nos han llenado de paranoia. Hace tres años acá se destapó el caso Sodalicio, y el horror de comprobar que esos señores se aprovecharon de la vulnerabilidad de tantos jóvenes en nombre de Dios para abusar de ellos sobrepasó nuestra imaginación más torcida. Hace algunos meses se destapó el caso de una serie de abusos sexuales que realizó un director de un conocido colegio. Ningún padre de familia había sospechado del director, un hombre muy querido y respetado por todos. O tal vez alguno vio o intuyó algo, pero prefirió callar por miedo al escándalo o por no ponerle a su hijo la dolorosa etiqueta de “víctima de abuso”. Ya sabemos que la mayoría de víctimas no denuncian a sus violadores, sobre todo porque se sienten culpables, así que ¿cómo no vamos a estar los padres oliendo pedófilos por todos lados?
Todo el tiempo oímos a gente que comenta indignada que ahora no podemos ni hacerle un cariño en el hombro a un niño porque nos puede caer una acusación de pedofilia. Los casos de abusos de profesores, curas y personas en situación de poder nos han llenado de paranoia.
Lo interesante de la obra de Miró es que no se limita a denunciar lo que vemos en las noticias sino que se atreve a confrontarnos con nuestra propia irracionalidad a la hora de preservar a nuestros hijos del daño. Porque, como el Principio de Arquímedes, principio físico que afirma que “todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso de fluido desalojado”, toda violencia expulsa o genera igual cantidad de violencia. Ojalá podamos ver “El principio de Arquímedes”, que es un suceso internacional, en algún teatro limeño. Por lo pronto, su autor visitará la Feria del Libro: este viernes 3 a las 8:00 pm yo tendré el gusto de conversar con él en la mesa “Teatro como liturgia”, y el domingo 5 estará a las 6:00 pm con Mateo Chiarella en una mesa sobre teatro político. Dos grandes oportunidades para visitar la Feria del Libro en su último fin de semana, y oír hablar a un dramaturgo contemporáneo que llama la atención en todo el mundo.