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Mariana de Althaus
Dramaturga

Publicado el 13 de septiembre del 2018

Mariana de Althaus
Dramaturga

Publicado el 13 de septiembre del 2018

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La semana pasada, un aviso publicitario de una tienda fue tan criticado en las redes que tuvieron que retirarlo. El hecho dividió en dos a la gente: unos vimos en él un racismo evidente, otros consideraron injustas las acusaciones de racismo hacia la tienda y la agencia publicitaria que lo realizó.

Hace unos años le comenté a un amigo que yo me había sentido discriminada en algunos espacios donde mi aspecto físico estaba asociado a “lo pituco”. El me hizo ver que todo lo que yo había considerado difícil en mi juventud, todos mis esfuerzos para conseguir oportunidades en mi profesión habrían sido insuficientes si no hubiera tenido el aspecto que tenía. Es cierto que por ser mujer encontré muchas puertas cerradas y me costó mucho obtener la credibilidad que mis colegas masculinos tenían automáticamente, pero aun así todo el esfuerzo que tuve que realizar para conseguir citas en empresas, auspicios y espacios para montar y difundir mis primeras obras, por ejemplo, se hubieran encontrado con más obstáculos si no hubiera tenido un tipo físico que se considera blanco. Probablemente nunca hubiera conseguido ni siquiera las citas. Yo consideraba que había empezado de cero, pero en realidad había muchísimas personas que habían tenido que andar un larguísimo y esforzado camino sólo para llegar a mi punto de partida.

Todos sufrimos para romper los estereotipos que se ciernen sobre nosotros. Ser considerado blanco puede jugar en contra a la hora de querer entrar a un grupo determinado, pero la mayor parte del tiempo es un salvoconducto. Los amigos que conseguimos, la forma en que somos tratados en el colegio y en la universidad, la mirada de nuestros profesores, la impresión que les damos por primera vez a nuestras parejas, las oportunidades de trabajo que obtenemos, son cosas que están muy determinadas por nuestra raza. Hay muchas personas que tienen que esforzarse el triple para conseguirlas sólo por su aspecto físico. Esforzarse para convencerse de que son capaces, porque el mensaje que reciben del mundo es que son defectuosos. Esforzarse para desarmar los prejuicios que los demás tienen sobre ellos y así acceder a ciertos espacios. Esforzarse para mantener la excelencia, porque viven con la secreta sospecha de que el lugar conquistado estará siempre en riesgo.

Somos un país muy golpeado por la violencia racista y clasista. Hemos sufrido una guerra que surgió de la desigualdad. Luchar contra el racismo y la discriminación es impostergable, y es responsabilidad de todos.

Somos un país riquísimo en su diversidad racial. Pero sólo un tipo racial es el que predomina en la publicidad y la televisión. Puede ser que los catálogos de ropa a veces incluyan chicas afro o morenas con rasgos occidentales, pero una chola casi nunca. Somos un país muy golpeado por la violencia racista y clasista. Hemos sufrido una guerra que surgió de la desigualdad. Luchar contra el racismo y la discriminación es impostergable, y es responsabilidad de todos.

Cuando escribimos algo, si en nuestra obra, película o comercial va a haber un personaje históricamente discriminado (una mujer, un homosexual, un afro, un cholo), hay que cuidar qué mensaje damos con su “inclusión” en nuestro universo ficcional. Debemos procurar que sus características más saltantes no refuercen los estereotipos negativos, sino que los desafíe, los problematice, o los critique.

El racismo es una forma de ver el mundo, un par de anteojos que nos pone el entorno en el que somos educados. A veces lo tenemos tan naturalizado que no lo identificamos. Corresponde a cada uno revisar la propia mirada, hacer autocrítica y empezar a percibir las cosas de una manera más clara. O por lo menos para disimular mejor. Porque uno tiene derecho a tener una mirada racista, machista u homofóbica. Lo que no tiene es derecho a demostrarla frente a las víctimas de esa discriminación, y menos aun públicamente, en la televisión, en uno de los países más racistas del mundo, donde las diferencias alimentan diariamente una historia repleta de injusticias, humillaciones y rabia.

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