Fundación BBVA Perú
Publicado el 16 de junio del 2025
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El domingo 17 de junio de 1923, César Vallejo se embarcó en el vapor La Oroya con destino a Europa. El poeta atravesaba difíciles circunstancias en su vida personal y profesional por lo que decidió abandonar el país. Nunca más volvería a pisar suelo peruano. Al conmemorarse los 102 años de aquella travesía la Fundación BBVA evoca este dramático pasaje de su biografía.

El año 1923 fue especialmente difícil para César Vallejo. Según Juan Espejo Asturrizaga en su libro «César Vallejo: Itinerario del hombre» (1965), en abril de ese año perdió su puesto como profesor auxiliar de la sección de primaria del colegio de Guadalupe. En mayo le entregó a Pedro Barrantes Castro el original de «Fabla Salvaje» como colaboración para el número 9 de la serie “la novela peruana”, recibiendo la suma de 50 soles por derechos de autor.

Su única renta por entonces era la constituía su pago como corresponsal en Lima del diario “El Norte” de Trujillo. En junio su hermano Néstor Vallejo llegó de Trujillo con noticias desalentadoras sobre el juicio que la familia Santa María seguía contra los presuntos ejecutantes del asalto e incendio de su tienda en Santiago de Chuco y entre los que figuraba el nombre de César Vallejo.

Uno de los momentos más graves de su vida fue cuando del 6 de noviembre de 1920 hasta el 26 de febrero de 1921 estuvo en prisión en Trujillo, acusado de haber participado aquel saqueo e incendio. Fueron 112 días de encierro que dejaron una huella profunda y causaron el temor latente de que la justicia peruana pidiera su encierro nuevamente.

El Viejo Mundo

Exiliado de su tierra, acorralado en la capital, Vallejo consideró que nada le quedaba por hacer en el Perú. Su anhelo de buscar otros medios para su actividad artística y literaria lo decidieron a viajar de inmediato. Crisólogo Quezada, con quien compartía habitación en la calle Acequia Alta (actual cuadra 5 del jirón Cailloma), aprueba su proyecto, y escribió a Alcides Spelucín, director del diario El Norte, para que Vallejo continuase recibiendo sus honorarios como corresponsal, pero ahora desde Europa.

Vallejo tenía unos sueldos atrasados del Ministerio de Educación Pública, que se hicieron efectivos los primeros días de junio. Por aquellos días, Julio Gálvez Orrego –sobrino de su amigo trujillano Antenor Orrego– recibió parte de una herencia de su padre que propiciaron la oportunidad de viajar juntos a Europa.

Con 150 soles convertidos a aproximadamente 500 francos, el poeta partió a París. En un camarote de tercera clase del vapor La Oroya, los despidieron en el puerto su hermano Néstor y Crisólogo Quezada. Espejo Asturrizaga anota “Del Perú se llevaba César el profundo resentimiento de no haber sido comprendido, del desdén con el que se trata al intelectual…”.

Vallejo desde el vapor vio perderse la costa de su país natal, al que no volvería jamás (ni siquiera después de muerto) pero que llevaría impregnado en el alma y pondría de manifiesto en toda su obra literaria. 

El poeta universal

La vida y obra de Vallejo es apasionante. A través de la biblioteca virtual de la Fundación BBVA, el público en general tiene libre acceso a diversas obras del poeta y otras referidas a su biografía donde se encuentran episodios como el que acabamos de narrar y que sucedieron hace poco más de un siglo.

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