Era mucho más que el Padre de Mafalda. Salvador Lavado, Quino, había llegado a los 88 años consagrado como un renovador de la historieta y además, como un lúcido –y crítico– testigo de su tiempo. Con esa estela parte a su inmortalidad.
Los reportes dieron cuenta muy temprano que, víctima de un accidente cerebro vascular, el genial historietista y dibujante, Quino, nombre artístico de Salvador Lavado, fallecía a la edad de 88 años en su ciudad natal de Mendoza en Argentina, a donde se había retirado en 2017.
De pronto, la evocación y la nostalgia se dirigieron hacia su personaje más célebre, que le valió a su autor el reconocimiento internacional y, que a pesar de los 56 años transcurridos de su primera aparición impresa, mantiene plena vigencia en el corazón de sus lectores de todas las edades.
Una niña y el mundo
Mafalda, la cáustica niña que odia la sopa, pero ama a los Beatles, se mantuvo oficialmente en los medios desde el mágico 1964 (año en los Fab Four desembarcaron en Norteamérica) hasta su despedida en 1973, que coincide con el golpe militar que derrocó a Salvador Allende en Chile.
Coincidencias que finiquitan el idealismo de una época, pero que en el caso de Mafalda trasciende todas las circunstancias. Pues siguió apareciendo en casi todos los diarios del hemisferio, traducida a múltiples idiomas y convertida en emblema de la Unicef y los Derechos del niño.
En 2014, al cumplirse la media centuria de la aparición de Mafalda y toda su pandilla de pequeños cómplices: Susanita, Manolito, Guille; la tira cómica seguía ilustrando libros compilatorios y su autor recibiendo interminables reconocimientos y agasajos.
El acto mayor
El galardón más importante sin duda, recibido ese 2014, fue el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, que el caso de Quino adquiere singular relevancia. Se trata del más alto honor que las letras castellanas han conferido a un “dibujante”.
El Príncipe de Asturias (ahora convertido en “Princesa”) es un premio que desde 1981 se ha entregado a filósofos, periodistas, novelistas, filólogos, ensayistas, sociólogos y hasta músicos. Quino fue el primer –y hasta ahora único– historietista en haberlo recibido.
Porque a decirlo sin ambages, más que un “dibujante”, Salvador Lavado es un historietista. Un creador de cómics. Aquella especialidad que presenta secuencias de la vida traducida en viñetas, que en tres o cuatro cuadros resume una historia que es pensamiento, reflexión y paradoja.
Universos paralelos
Las visiones de Quino fueron más allá de Mafalda y sus ojos se posaron también en esa galaxia de personajes que componen su obra: la copiosa bibliografía de la que extraemos solo algunos títulos: “Mundo Quino”, “Quino terapia” y “Potentes, prepotentes e impotentes”, entre otros.
Como todos los actos geniales de la vida, la carrera de Quino en el arte se inició de casualidad. Hijo de inmigrantes españoles afincados en la Argentina, a los 13 años quedó deslumbrado por un tío que se dedicaba al diseño gráfico e que inspiró su vocación.
Aunque tentó la formación académica en Bellas Artes, optó por caminos un tanto tortuosos que le demandaron esfuerzos. Primero en la publicidad y luego en el periodismo, donde se hizo de un nombre como ilustrador a partir de 1954, cuando empieza a publicar con regularidad.
Leyenda original
Mafalda originalmente iba a ser un personaje para una campaña publicitaria pero fue rechazada. Con esas ideas, el personaje se transformó en tira cómica y aparece por primera vez en setiembre de 1964 en el semanario argentino Primera Plana.
Lo demás es historia que ahora muta en leyenda. Quino, partió a la eternidad a la edad de 88 años en su ciudad natal de Mendoza. Como rezan los obituarios en redes, el padre de la criatura se ha ido, pero Mafalda permanecerá en los corazones de sus lectores por muchos años más.