A los 88 años falleció en Lima uno de los hombres fundamentales del teatro nacional. Osvaldo Cattone, argentino de nacimiento, peruano de alma, corazón y vida, partió a la eternidad dejando una estela de arte y perseverancia. Parte de su leyenda la compartió en la web de Encuentra tu poema de la Fundación BBVA.
A diferencia de nuestros actores cuando les toca trabajar en el extranjero, Osvaldo Cattone jamás perdió el acento porteño. Habló con esa cadencia y elegancia que caracteriza a los bonaerenses hasta el final de sus días. Y sin embargo, nadie tan peruano como él.
En los años más aciagos del país, a causa de la crisis económica y el terrorismo, Osvaldo Cattone desafió la adversidad invirtiendo y produciendo teatro. A tan solo unos días del atentado de Tarata y en medio de las carencias financieras, produjo y dirigió “Relaciones peligrosas” (1992), una adaptación de la novela de Pierre Chordelos de Laclos, que demandó gran suntuosidad de vestuario y escenografía, además de un numeroso elenco encabezado por Gloria Klein.
Osvaldo no se rindió nunca. En medio de la desesperanza ofreció desde su Teatro Marsano obras que divertían, pero que invitaban a la reflexión, descubriendo, además, nuevos talentos como la mencionada Klein, Diego Bertie, Claudia Sacha, Laurita Reyes, entre otros muchos artistas. Sentó escuela entre las figuras que hoy en sus redes sociales lamentan su partida.
El Perú en su corazón
Cattone era un galán. Su relación con el Perú se inició con esa suerte de telenovela panamericana llamada “Nino, las cosas simples de la vida” (1971) y que reunió talentos peruanos y argentinos en una conmovedora historia de amor. La novela mantuvo en vilo el aliento y los corazones de los peruanos, pendientes del amor del carnicero (Enzo Viena) y la lisiada (Gloria María Ureta).
Cattone fue parte de ese elenco que conseguía titulares en las portadas de los diarios y se convirtió en uno de esos ídolos populares aclamado tanto por colegialas como amas de casa de los incipientes años 70. Así, dos años más tarde, en 1973, Osvaldo Cattone fue convocado en Lima para protagonizar la telenovela “Me llaman Gorrión” al lado de Regina Alcóver.
Precisamente junto a Regina, Osvaldo conformó una de las más queridas y carismáticas parejas del teatro peruano, llegando a protagonizar varias obras de gran éxito entre un público que siempre quiso verlos juntos. Más que compañeros de arte, Regina y Osvaldo fueron grandes amigos cuyo cariño se forjó a partir de la actuación y trascendió el tiempo.
Poema para un actor
Osvaldo Cattone fue siempre un gran animador de la escena cultural. Empedernido lector, viajaba constantemente en busca de novedades literarias y teatrales. Quienes hayan disfrutado de sus entrevistas podrán dar cuenta de su amplio bagaje cultural.
Ejemplo de ello es su recordada participación en la página web Encuentra tu poema, con la que la Fundación BBVA promueve la lectura de la poesía peruana e hispanoamericana.
Osvaldo grabó “En paz” del poeta mexicano Amado Nervo, que según él mismo cuenta en la presentación: “Es un poco mi biografía”:
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino”.
El visionario
Y en ese camino, Osvaldo también fue un pionero. Su acogedor hogar en Villa, Chorrillos se levantó cuando apenas esta zona conformaba la periferia de Lima. Visionario como pocos, Osvaldo construyó ahí un hogar donde ahora se levantan los barrios donde muchos artistas e intelectuales encuentran el solaz necesario para huir de la locura de la urbe.
Deja Osvaldo a sus incondicionales de siempre: Chalo Gambino, su socio y amigo, que lo acompañó en sus más temerarias aventuras teatrales. Queda Maki Arana, responsable del Teatro Marsano, la casa matriz de todos aquellos sueños, aparentemente imposibles en una realidad difícil, pero que Osvaldo y su magia convirtieron en realidad.
Hoy el histórico Teatro Marsano baja el telón en memoria de quien fue su querido e incansable hacedor.
Hasta siempre, querido Osvaldo. La función debe continuar.