Fundación BBVA Perú
Publicado el 28 de febrero del 2020
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En el origen fue el Pukllay, la fiesta originaria con la que los pueblos del Perú asocian los carnavales. Una fiesta de tradiciones y colores, de bailes y comparsas, que se celebra entre los meses de febrero y marzo en todo el Perú.

El carnaval es una costumbre europea, pero que se ha fusionado con las fiestas de cosecha tradicionales en el Perú, conocidas como Pukllay, que en quechua significa “juegos”.

Para José Carlos Vilcapoma, historiador y antropólogo especializado en la tradición andina, otros nombres son: Chimaycha, Huayllacha, Capac Pucuy y Huaylas. 

Precisamente, Vilcapoma recuerda que la primera referencia la encontramos en el manuscrito de Francisco de Ávila, probablemente del año 1598, donde menciona unos bailes llamados “huayllas”. En 1966, José María Arguedas, en la traducción que titula “Dioses y hombres de Huarochirí”, identifica estas danzas como las fiestas de cosecha que se celebran en el Valle del Mantaro.

Los tiempos de la corona

En la colonia, los carnavales fueron empleados para la sátira y la parodia. Con los trajes y máscaras fueron representados autoridades y esclavos por igual. Rosa María Acosta, autora de “Fiestas coloniales urbanas (Lima-Cuzco-Potosí)”, tiene un apunte mucho más revelador. Los carnavales sirvieron también para resolver rencillas pendientes: “Era muy frecuente ver, al día siguiente de los carnavales, españoles e indios tirados en el suelo”, afirma.

En teoría los carnavales durante el virreinato reforzaban un distingo de clase: su barbarie solo divertía a las clases bajas, mientras que la élite cultivaba diversiones refinadas. Sin embargo, Vilcapoma señala que en la práctica en los carnavales “hasta el clero participaba”.  

La fiesta, por lo demás, no se limitaba a españoles e indígenas: “El carnaval traído desde España fue reivindicado rápidamente por las clase populares, y fueron los negros –la población mayoritaria en Lima a fines del siglo XVIII- los que le imprimieron rasgos festivos con sus bailes y máscaras”, sostiene el antropólogo.

Tempestad en los andes

Otra entraña tienen las celebraciones en la sierra. En la región de Apurímac se conservan las reminiscencias de la cultura chanka. En sus cantos se narra la historia de Usco Willca, un líder que habita, según la tradición, en el complejo de Sóndor.

En el Cusco la festividad se realiza en la Plaza Mayor, donde el pueblo quechua tributa su fiesta a la soltería. En la visión andina, la manzana es símbolo de juventud, las muchachas en flor regalan la fruta a los jóvenes galantes que las cortejan. Otras muchachas, más prácticas, emplean la onda.

En Puno, la fiesta de los carnavales se inicia la semana previa a la Cuaresma Cristiana. Y aunque la riqueza está en la infinidad de danzas típicas de la región, también se sirven las viandas hechas con papa y maíz.

¿De dónde son los marchantes?

La fiesta en Cajamarca es quizás la más famosa. Durante todo el mes patrullas de jóvenes recorren la ciudad armados de talco y pintura. Las comparsas pasean al Ño Carnavalón y a Doña Carnavalona. Además se elige a la reina de belleza y se realizan ferias agropecuarias.

Tacna, que si bien este año ha sufrido las inclemencias del clima, posee uno de los carnavales más competitivos del país. Casi de la misma envergadura del famoso carnaval de Arequipa donde la fiesta central se realiza en la Plaza de Armas, a donde acuden los jóvenes con sus mejores disfraces.

En los carnavales peruanos concurren la historia y las tradiciones. Y al tiempo que se agradece por la cosecha de los campos, se celebra también la vitalidad de los jóvenes solteros. Promesa de la continuidad en el tiempo.

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