Pasó su vida en el equilibrio imposible de la discreción y la creación poética. Blanca Valera fue de aquellas que dejaba a sus versos el ajetreo de lo público, mientras ella optaba por la intimidad de sus silencios. Al cumplirse once años de su partida física, son sus poemas los que transitan la memoria, mientras Blanca se ausenta nuevamente.
Es sin duda una de las poetas más conocidas y queridas del país. Solo en el portal de poesía peruana Encuentra tu poema, de la Fundación BBVA, Blanca Varela reúne nada menos que siete poemas en las voces de las más renombradas personalidades de nuestro país y el extranjero.
Encontramos: “Supuestos” en la voz de Mario Vargas Llosa, “Fútbol” leído por Erika Stockholm, “Ternera acosada por tábanos” por Fernando de Szyszlo, y otra versión en la voz de Samanta Schweblin. “Strip tease” por Alberto Montt, “Curriculum Vitae” y “Casa de cuervos” leídos ambos por Ángeles Mastretta y “Puerto Supe” en la voz de Mariana de Althaus.
Blanca luz
Y si bien en los últimos años su presencia en los medios era casi nula, lo cierto es que nunca fue muy dada a las entrevistas y a las rutilancias públicas. Lo cual nunca fue impedimento para el reconocimiento de su obra, que a esas alturas ya había trascendido fronteras y merecido prestigiosos reconocimientos internacionales como los premios Reina Sofía, Octavio Paz, Ciudad de Granada y Federico García Lorca.
Nacida en una familia de intelectuales y artistas (fue hija de Serafina Quinteras, nombre artístico de Esmeralda González Castro, compositora y poeta criolla), estudió Pedagogía y literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en épocas en que la educación superior no estaba planteada para mujeres.
No sería el único mundo masculino que le tocaría enfrentar. Cuenta Guillermo Thorndike en su libro de memorias, “Ocupación testigo”, el evidente revuelo que causó su presencia en los salones del diario La Prensa, a donde había llegado a instancias de Alfonso Tealdo para sumarse a un flamante vespertino llamado El Diario.
Trovadora errante
Eran tiempos en los que periodismo y literatura iban de la mano, y en los cuales se desempeñó Blanca Varela en la flor de su juventud. Se casó a los 24 años con Fernando de Szyszlo y partió a París, hacia una vida que la llevaría por Washington y Florencia, pero que la devolverían siempre a Puerto Supe, kilómetro 280 de la Panamericana Norte.
El horizonte la había ubicado en ese puerto de donde emanaría su primer libro de poemas. Y cuyo título ayudaría a hilvanar el mexicano Octavio Paz. Consultado por el nombre tentativo de “Puerto Supe”, Paz hizo reparos a la confusión entre toponimia y verbo, a lo cual Blanca, muy ilustrativa, replicó, “Pero Octavio, ese puerto existe”. Y he ahí el nombre de su primer poemario: “Ese puerto existe”, apuntó el poeta.
Y aunque no parezca, ahí permanece esa caleta de pescadores artesanales como si el tiempo impávido hacia lo eterno no pudiera nada más que agitar los dígitos de su calendario. Y así permanecen los poemas de Blanca Valera, intactos con el correr de los días, sin que asomen sobre ellos las erosiones naturales del tiempo.
Blanca Valera falleció un 12 de marzo de 2009, y sin embargo, su partida no hizo más que afianzar el poder de sus versos, entre aquellos que la convierten en una de las poetas más queridas y vigentes de la literatura peruana. En Encuentra tu poema podrás disfrutarlos.
Conoce más detalles sobre la vida de Blanca Varela en la última columna #MujerTeníaQueSer de Verónica Ramírez aquí