Fundación BBVA Perú
Publicado el 17 de agosto del 2018
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Una de las artistas más completas y trascendentales de la música norteamericana deja un legado de ritmo, identidad y orgullo para muchas generaciones.

En el extremo opuesto de las emociones, ha querido el destino reunir a dos reinas en una fecha. Por un lado, la exultante Madonna cumpliendo 60 años en pleno ejercicio de su hegemonía, y por el otro, Aretha Franklin ingresando al parnaso al que solo han sido llamadas las leyendas. La Reina del Soul iba al encuentro de la inmortalidad a sus 76 años, dejando tras de sí una estela de la que solo se pueden jactar aquellos que hicieron de su existencia una gesta.

ES LA VOZ

Nacida en las soledades de Memphis, Tennessee en 1942, Aretha fue hija de un predicador muy popular en su tiempo. De hecho, conoció de niña en su casa al reverendo Martin Luther King, a quien años más tarde honraría cantando en sus funerales. Al igual que muchas familias afrodescendientes, la suya se trasladó a Detroit, Michigan, donde la industria automotriz constituía una promesa de bonanza económica. Sin embargo, la vida se encargaría de procurarle sus primeros reveses.

Su madre la abandonó a los 6 años y a los 12 tuvo a su primer hijo. A los 14 volvió a quedar embaraza y antes de los 20 ya había alumbrado a su tercer vástago. El cuarto fue fruto de un desdichado matrimonio que le propinó violencia y maltrato psicológico. Secuelas de estos pesares fueron sus profundas depresiones y las inseguridades que la persiguieron de por vida y que la condujeron a eventuales períodos de alcoholismo y desorden alimenticio.

ALMA Y VIDA

Más de ello logró medrar aquella voz que la había perfilado como un prodigio en su temprana adolescencia. Formada en el canto religioso del góspel, a inicios de los años 60 Aretha había iniciado su transición hacia la música popular del rythm and blues y el soul, los géneros insignia de la música negra de los Estados Unidos.

Aunque el éxito tardó algunos años en materializarse, este solo fue posible de la mano del productor Jerry Wexler quien supo aprovechar todas sus potencialidades en el estudio de grabación. Fue él quien contribuyó con esta carrera alumbrada por el genio de Aretha que sin duda recaía en la voz, pero que también se manifestaba en la composición y en la ejecución de instrumentos. Aretha era un sonido y un sentimiento hecho canción.

Nadie como ella se han encargado en versionar temas de los Beatles. He ahí las grabaciones deconstruidas de “Eleanor Rigby”, “The Long And Winding Road” y “Let It Be”. Por su parte, el guitarrista de los Rolling Stones, Keith Richards ha dicho que ellos recién se animaron a interpretar en vivo “Satisfaction” solo después de escuchar las versiones que Aretha y Otis Reading hicieron cada uno por su lado.

Aretha Franklin - Respect

REINA MADRE

Fue gracias a estas bandas inglesas que en los años 60 se dedicaron a reivindicar el acervo de la música negra de los Estados Unidos, que Aretha, pese a su fobia a volar, realizó en 1968 la gloriosa gira Europea que la llevó a cantar por los escenarios de Holanda y Suiza. Fueron los años en los que confluyeron el ‘flower power’, la protesta por los derechos civiles, las movilizaciones pacifistas y la liberalización de la mujer.

A Aretha le cupo protagonismo con dos temas hoy convertidos en himnos feministas: “Respect” y “Think”. Esa fue parte de su leyenda que hoy se recupera con fervor. Cantó para pontífices (durante la primera visita del Papa Francisco a los Estados Unidos) y presidentes (cuando Barack Obama terminó llorando), fue la primera mujer en ingresar al Salón de la Fama del Rock’n’Roll el 3 de enero de 1987 y es sin duda la indiscutible Reina del Soul para cualquier ser humano que habite este planeta.

Así ha partido esta leyenda, en medio de la quietud y sencillez de una vida real. Y se ha ido evocando un mundo que cambió a su paso, desde la ingenuidad de los prodigiosos años 60 hasta ese legado de identidad y orgullo que se empezó a cifrar una década más tarde. Desde ese tiempo Aretha ocupó su trono, aún incrédula de su grandeza. Quizás hoy que ya gravita desde lo eterno pueda disfrutar a plenitud su condición de reina.

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